ESTUDIOS CIENTIFICOS
Los descubrimientos
científicos en el campo de la neurociencia han posibilitado transformar y
modificar la forma de educar. Según los expertos en neuroeducación Gamo (2016)
y Guillén (2017), es fundamental enseñar en función de los procesos neuronales.
Por tanto, la neuroeducación aporta un enfoque metodológico basado en las
funciones ejecutivas del cerebro, centrado en la activación del aprendizaje, la
construcción y consolidación de contenidos y la evaluación de este proceso, en
un contexto de emociones y relaciones sociales.
Teniendo en cuenta sus
capacidades y competencias, el niño debe aprender haciendo porque de esta forma
se asegura la construcción de conexiones neuronales y de reestructuración de
estas, para alcanzar un aprendizaje pleno.
Los niños necesitan estar motivados, desarrollar su atencion y cultivar su memoria.
Teniendo en cuenta estos ingredientes, su aprendizaje está asegurado. Sin embargo, en la mayoría de centros educativos siguen un enfoque metodológico centrado solamente en memorizar información, que no es relevante ni motivadora, sin tener en cuenta los circuitos memorísticos ni el razonamiento que debe seguir el niño para interiorizar dicho conocimiento; lo que conlleva al fracaso absoluto de su aprendizaje.
Repetir los datos hasta memorizarlos no es el mejor camino para aprender. Los estudios
científicos demuestran que la emoción, el deporte, la sorpresa y la experimentación son algunos de los ingredientes necesarios para sumar conocimiento.
Si pudiéramos atestiguar una clase
de literatura en una escuela finlandesa, tal vez pensaríamos que los niños
están en el recreo o bien haciendo una pausa. No encontraríamos al profesor
explicando la obra de, digamos William Shakespeare, y a los chicos tomando
apuntes mientras escuchan la clase. Nada de eso. Muy probablemente veríamos a
los alumnos repartidos en pequeños grupos elaborando listas de piezas musicales
que podrían funcionar como banda sonora para expresar los sentimientos de los
personajes de Hamlet o de Romeo y Julieta.
Lo anterior es un ejemplo de algo que la ciencia ha demostrado y que los educadores intuían desde hace tiempo: no aprendemos al memorizar, ni al repetir una y otra vez, sino al hacer, experimentar y, sobre todo, emocionarnos. Más aún, aprender en grupo, logra que esos conocimientos perduren con más intensidad en la memoria.
Hasta hace apenas 30 años, se
desconocía en gran medida cómo funcionaba el cerebro. No obstante, los avances
en áreas como la medicina y, particularmente, las neurociencias, han permitido
estudiar las neuronas y entender un poco más la actividad cerebral. “Eso ha abierto una
nueva etapa para poder conocernos a nosotros mismos, para entender mejor cómo
funcionamos y aplicar ese conocimiento a áreas tan diversas como la economía,
la cultura y la educación”, considera David
Bueno, profesor de genética de la Universidad de Barcelona, especializado en la
formación del cerebro y divulgador científico.
Así, en los últimos años hemos empezado a escuchar términos como neuromarketing, neuroeconomía, neuroarquitectura y neuroeducación. Todo ello forma parte de un movimiento internacional, aún incipiente, de científicos y educadores que pretenden aplicar en la escuela los descubrimientos sobre el cerebro, con el propósito de ayudar a aprender y enseñar mejor.
“Hasta ahora habíamos
hablado de la memoria, la atención y la emoción, pero de forma desperdigada,
sin darnos cuenta de cómo los códigos que trae el cerebro para aprender o
memorizar son tan esenciales para la supervivencia como comer o beber”, señala el neurocientífico Francisco Mora, autor de
Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama, uno de los primeros
manuales dedicados a este tema y todo un fenómeno de ventas.
Conocer esos códigos de funcionamiento del cerebro ha permitido demostrar, por ejemplo, la importancia de la curiosidad y la emoción para adquirir conocimientos; que el deporte es esencial para fijar el aprendizaje y también que en el cerebro hay “ventanas de conocimiento” que se abren y se cierran de acuerdo con las etapas de la vida.
Educadores y científicos que habían
estado aislados, unos en las aulas y los otros en sus laboratorios, ahora
caminan a la par. Universidades como la Johns Hopkins, en Estados Unidos, ya
han puesto en marcha proyectos de investigación en neuroeducación, igual que
Harvard, que dispone del programa Mente, Cerebro y Educación, el cual pretende
explorar la intersección de la neurociencia biológica y la enseñanza.
¡Esta es la era de la Neuroeducación!
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